¡Piñatas en su organización!

«¡Papá, baja esa piñata de allí, no quiero eso en mi fiesta porque siempre algún niño termina llorando!». El padre, resignado, bajó entonces al «Rey León» y no tuvo más remedio que reflexionar sobre las palabras de su pequeño hijo en el día de su cumpleaños. ¿Qué conclusiones obtuvo? 

¿Ha organizado usted alguna vez una piñata en su familia? ¿Cuántos dulces ha colocado en ese globo forrado de papeles multicolores que forman la silueta de algún personaje? Honestamente: ¿Conoce a alguien que alguna vez haya depositado menos dulces en ella que la cantidad de niños invitados a la fiesta? No, ¿verdad?. Entonces, qué sentido tiene impulsar a esos niños para que despedacen a su «ídolo» representado en la figura de la piñata y que luego compitan por un recurso que el organizador sabe no es escaso sino que alcanza con suficiencia para todos. 

Lo interesante es que, aunque los recursos son abundantes, la percepción de escasez lleva a los niños a competir, compararse y acaparar la mayor cantidad de dulces. Incluso, en ocasiones hasta algunos padres y madres se lanzan al piso junto a sus niños para proteger la «imagen» de la familia. ¿No se asemeja esto a lo que ocurre en ciertas organizaciones cuyos miembros compiten sin sentido por algo que sobra? 

Hay varias hipótesis sobre el origen de las piñatas. En México, por ejemplo, se cree que esta tradición proviene de pueblos indígenas que las construían a semejanza de sus dioses y que al reventarlas emanaba la abundancia otorgada por esas deidades. Se tiene constancia de juegos similares en la antigua China y en España. Una antigua piñata mexicana tiene siete picos que representan los siete pecados capitales y sus vivos colores la tentación de cometerlos; así, «romper con esos pecados» tiene recompensas representadas por el contenido de las enormes vasijas. 

Curiosamente, podemos tener entonces por lo menos dos perspectivas sobre esta misma tradición. En la primera, los miembros de una organización cometen el error de competir por recursos que perciben como escasos sin que lo sean y generan conflictos, juegos de poder, imagen, información, status y rivalidades desgastantes por gozar la atención de su jefe u otros privilegios especiales. Así, algunos salen lastimados emocionalmente y despiertan celos, envidias y deseos de revancha con sus propios compañeros, que se supone están allí para cooperar y no para competir. 

La segunda perspectiva es que los miembros de los equipos se unen para destruir los males que les impide ser mejores, para aniquilar a golpes las conductas indeseables entre ellos y luego disfrutar el fruto del despojo de los mismos siete pecados capitales que tanto podrían afectar su desempeño: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. 

¿Hay un ambiente de piñata en su organización? ¿De cuál de los dos tipos?

Tomado de la columna semanal de German Retana