¿Buen jefe o jefe bueno?

«Mi jefe es excelente, me trata bien, comprende mis razones para no lograr ciertos resultados y la verdad es que me tolera como soy, por lo que trabajo a gusto en la empresa». ¿Cree usted que lo anterior lo dice alguien que tiene un buen jefe o un jefe bueno? 

No se trata de un juego de palabras, sino de una diferencia de fondo. Al jefe bueno los miembros de la organización le estiman, le respetan y «le saben llegar» para recibir de él apoyo, tolerancia y cierto paternalismo. Su orientación a resultados está presente, aunque la calidez en las relaciones es su prioridad. Cumple satisfactoriamente sus responsabilidades básicas y es apreciado por sus colaboradores debido a su comprensión, flexibilidad y complacencia de los deseos del equipo.

El buen jefe, en cambio, es esencialmente apasionado con la rigurosa disciplina para alcanzar los resultados convenidos y, al mismo tiempo, es exigente consigo mismo y con los demás para desempeñarse a alto nivel y en un agradable ambiente de trabajo. Se comporta con mucho respeto hacia los colaboradores, es justo en sus decisiones, y siempre presenta nuevos retos que evitan al equipo ingresar en la «zona de confort». Todos le conocen como una persona con quien es difícil de trabajar, si no se está acostumbrado a un ritmo intenso, de calidad en resultados y estrictos comportamientos. 

El jefe bueno suele ser un capacitador de su equipo, le ayuda a fortalecer sus conocimientos y a asimilar de forma adecuada nuevos enfoques, métodos y herramientas. Sabe adaptarse a las circunstancias de los subalternos y estimula un ambiente de trabajo que todos disfrutan. Si surgen problemas, él estará anuente a hacerse cargo de los mismos para resolverlos. 

A diferencia del anterior, el buen jefe, posee una visión desafiante del equipo y más que la adquisición de conocimientos, pretende que el mismo amplíe su sabiduría. Sabe que las personas siempre pasan por momentos difíciles, soportan incomodidades y enfrentan crisis para madurar, fortalecer su discernimiento y ser más independientes en la toma de decisiones. Su propósito es que los miembros se atrevan a asumir responsabilidades y compromisos. Es un mentor; a veces se queda algo corto en su «estilo» poco «bonachón», pero sus colaboradores dicen: «¡Cómo me enseña, qué retador es trabajar con él, me siento bien desempeñándome a este nivel con su guía y motivación!» 

No existe una línea que divida en forma estricta a ambos tipos de jefe, son más bien tendencias hacia cada enfoque. ¿Por cuál se inclina más usted o su jefe? ¿Qué impacto tiene eso en la orientación a resultados, ambiente de trabajo y desarrollo personal? ¿Con cuál de los dos se sentiría más a gusto disfrutando un encuentro veinte años después de haberles tenido como sus jefes?

Tomado de la columna semanal de German Retana