¿Qué te motiva?

Los comportamientos visibles en la cancha evidencian la magnitud de la motivación de los deportistas por alcanzar la victoria. Eso mismo se aplica a la actitud de los miembros de una empresa. Cada uno es diferente; aun cuando en el equipo se compartan valores, metas y estímulos. Esto plantea el reto de generar altos niveles de motivación en ambientes heterogéneos por la formación, el origen, la experiencia y las expectativas de quienes conforman un equipo de trabajo.

Los atletas tienen dos fuentes de motivación: una interna y otra externa. La primera ocurre cuando el jugador tiene la convicción de llegar a ser el mejor, rendir al máximo de su capacidad y luchar incansablemente por superarse a sí mismo en todos los campos; por eso exhibe una férrea disciplina y toma las victorias y derrotas con seriedad, pues de ellas rescata lecciones y sigue adelante. Equipos integrados por personas así no pierden tiempo señalando héroes por un triunfo ni culpables por las adversidades, ante las cuales sienten tristeza, pero no vergüenza. Esta motivación interna se origina en lo profundo del alma del triunfador que posee alta autoestima, cree en su talento y en el de su equipo.

La motivación externa proviene, en cambio, de incentivos como dinero, bienes materiales, reconocimiento de jefes, prestigio, visibilidad y privilegios. Quienes encuentran en estos factores la fuente principal para elevar su desempeño, se vuelven dependientes de estímulos provenientes del entorno. Si los gerentes, por ejemplo, no están atentos a brindar algún reconocimiento a estas personas, se arriesgan a que disminuyan sus motivos para entrar en acción.

Curiosamente, con el tiempo, con la elevación de resultados y la madurez, la importancia de los aspectos externos se reduce en atletas de alto rendimiento y en ejecutivos que encuentran un fuerte alineamiento entre sus valores y misión personal con la de su empresa. No es que renuncian a ser estimulados desde afuera, pero toman lo material como un «bono» complementario a su aplauso interior y a su pertenencia, constancia e impacto en la organización; los premios o reconocimientos dejan de constituirse en fuente primaria de motivación, siempre que los que reciban sean justos y equitativos. La motivación extrínseca y la intrínseca conforman un continuum y cada cual sabe en qué punto del mismo se ubica.

Lo anterior reitera la importancia del adecuado equilibrio entre el «ser» y el «tener»; es decir, entre las razones que brindan satisfacción íntima y los aspectos materiales que son medios y no fines. La motivación intrínseca es más duradera y por eso los equipos de trabajo necesitan nutrirla, disfrutarla y adoptar las actitudes que elevarán la altitud de sus sueños y éxitos.

La motivación origina las actitudes. «Existe una pequeña diferencia entre las personas; pero esa pequeña diferencia hace una gran diferencia y ésta es la actitud. La gran diferencia es si la actitud es positiva o negativa» (W.C. Stone).

Tomado de la columna semanal de German Retana