España: la trilogía del campeón

La tarea del líder es crear un ambiente propicio para el esfuerzo supremo. Un clima que reúna la voluntad de los miembros del equipo para apostar por un mismo objetivo. Cuánto más elevado es ese objetivo, más se satisfacen las motivaciones individuales, que suelen ser diferentes entre sí. Así resume Pepu Hernández su papel como seleccionador de baloncesto de España, campeona del mundo en el 2006.

Ese ambiente nace -dice Pepu- a partir de tres pilares: La confianza, el respeto y la solidaridad. Si el primer pilar está presente, los problemas pequeños permanecen pequeños porque son confrontados sin retraso. Nada bueno crece en un clima de miedo, recelo o aversión al riesgo de discrepar. «Hay que crecer hasta el último día y crear, desde el origen, condiciones parecidas a las del porvenir», indica el exitoso entrenador; y agrega que los miembros del equipo deben establecer y fortalecer sus propias normas de conducta, pues así sabrán que se confía en ellos y las cumplirán rigurosamente.

La confianza tiene como retorno más confianza. Quienes la reciben se sienten valorados y comprometidos a ser leales al equipo y al líder. Esa lealtad admite incluso la discrepancia con el «jefe», pues es un modo de prevenirle ante errores que puede cometer. Un entorno de confianza estimula la improvisación, la creatividad y la pasión por mejorar. Con ella se descartan órdenes inagotables, disciplina asfixiante y estilos autoritarios de gestión.

El respeto, segundo pilar, se refiere a la valoración del papel de cada miembro. Cuando una persona se siente apreciada, estará más propensa al impulso sobrehumano que a veces es preciso para ganar. Eso mismo sucede si la consideración integral a la persona está por encima de la función que desempeña. Los buenos síntomas del respeto son el diálogo en lugar de la imposición, el convencer más que el vencer, el servir en vez del ser servido. El respeto agrega humildad al trabajo fuerte y juntos conllevan al éxito, señala el autor Jim Coolins.

Según Pepu, cuando la confianza y el respeto se unieron en la Selección de España, la solidaridad, tercer pilar, se abrió paso para crear una fraternidad sincera y exigente que se constituyó en una sólida muralla. Allí se estrellaban los prejuicios, las divisiones internas y todo lo que no sumara al gran propósito. El equipo se convirtió en un refugio de sincera amistad. La solidaridad disolvió problemas, permitió el humor, incrementó la camaradería y enalteció el compromiso de todos con la meta. «Aquí nada afecta al grupo y nadie es imprescindible», rezaba uno de las premisas del equipo de Pepu, que hizo historia.

Él éxito, según Pepu, depende un 20% del poder o capacidad, un 30% del saber o habilidad y un 50% del querer o del compromiso. ¿Sucede lo mismo en su organización?