El poder de un ideal

La rutina del trabajo fuerte, el cansancio al final de la jornada, el éxito, los contratiempos, las privaciones de descanso y muchos otros esfuerzos no tendrían sentido, sin la presencia de un gran ideal al que se aspira. Por él se aglutinan talentos, inteligencia y pasión total. Cuanto más elevado es el ideal, más soportables serán las vicisitudes que interrumpen el rumbo hacia su realización.

No poseer un ideal es como navegar sin brújula. Estamos frente a un sinfín de oportunidades pero ninguna nos impulsa a trabajar, porque ni siquiera sabemos hacia dónde dirigirnos o qué deseamos encontrar al final del camino.

El ideal es igual a un faro que destella energía, imprime dirección, sentido y contenido. Si está encarnado en el corazón de un equipo, encenderá la luz que le llevará a superar obstáculos y a encontrar razones para levantarse de las caídas que sólo sufren los que jamás renuncian a sus sueños.

Los ideales individuales pueden ser muy diversos, pero los equipos se fortalecen cuando sus miembros poseen anhelos compartidos. Las personas son tan grandes como sus propósitos; y eso mismo ocurre con los equipos. ¿No es así? Generalmente, cuando algo sale mal pese a que se poseía el talento suficiente para ganar, es porque alguien no estaba mirando en la misma dirección que los demás.

Repase los problemas más serios en su entorno de trabajo y notará que su origen está en manos de aquellos que no están alineados con la razón superior que inspira al resto de sus miembros. A todos nos puede ocurrir que, en determinados momentos y por razones diversas, nos desalineamos del gran propósito del equipo, incluso del propio.

¿Por qué y para qué soy lo que soy y hago lo que hago? Para Ortega y Gasset, «la vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada». Los miembros responsables de una organización jamás deben renunciar a la revitalización del ideal que les aglutina. Es sano que, por lo menos cada seis meses, los líderes de equipos promuevan una revisión de fondo del por qué y el para qué se hace lo que se hace. De lo contrario, los pequeños problemas se verán mucho más grandes que lo que son.

Es difícil progresar si se trata de ganar todas las batallas, incluyendo aquellas que al hacerlo se pierde algo mucho más valioso que lo que se obtiene. Saber trascender para ganar aun perdiendo lo que no valía la pena poseer, es una forma de dejarse guiar por la máxima aspiración, razón de ser y visión, vacunas efectivas contra la desmotivación y el desgano que padecen quienes no han descubierto el poder de sus ideales.