Prohibida la autoflagelación

Realmente, ¿qué le energiza más a usted: usar sus fortalezas o corregir sus debilidades para alcanzar sus metas? Si analiza las razones de sus mayores éxitos, se percatará de que se debieron más a que recurrió a lo que sabe hacer muy bien, a lo que es un sello que le distingue con alta calificación, con excelencia. Entonces, ¿no cree que vale la pena enviar de vacaciones la insistencia de encadenarse a carencias y debilidades como razón para no avanzar?

De igual modo, las empresas seducen a sus clientes con lo que hacen en forma extraordinaria, especial y positiva, pero si su ambiente de trabajo interno se aboca a la recriminación por las debilidades y a la frustración por las carencias, esos mismos clientes lo notarán.

A nadie contratan por sus debilidades, sino por sus fortalezas. Entonces, ¿qué sucede si las mismas se intensifican? ¿Qué es más sabio: detenerse a corregir debilidades o duplicar el esfuerzo para aumentar lo que ya está bien?

Proponemos que usted y los colegas de su equipo realicen estos cuatro ejercicios:

Primero, hagan una lista de todo lo que hacen bien. Incluyan un inventario de las cualidades constructivas, los procesos que funcionan con acierto, las fortalezas detonantes de logros, las actitudes favorables y las capacidades singulares de alto valor para los clientes internos y externos. Así, tomen conciencia de que se cuenta tanto con recursos visibles,  como intangibles para superar lo alcanzado, como personas y como equipo.

Segundo, prohíbanse la crítica negativa durante una semana. Si el equipo centra sus conversaciones en lo proactivo, el aprovechamiento de sus talentos y en  la responsabilidad de ser aún mejores, notará que, sin caer en triunfalismos, crecerá el deseo de maximizar lo bueno, de impregnar el ambiente laboral de fluidez y de activar los talentos escondidos u opacados por el “otrora” negativismo necio y recurrente. El diálogo ha de orientarse hacia el hacer posible lo que se propone y no hacia el “pero”, el “es complicado” o el “no se puede.”

Tercero, díganse lo bueno, solo lo bueno. Por lo menos una vez al año, conversen todos con todos los miembros del equipo durante un minuto, ¿no es mucho, verdad? Expresen lo que consideran positivo y valioso de cada cual. Demuestren aprecio y respeto por las contribuciones que “suman” al orgullo de la organización. Dejen el señalamiento de los defectos para otro día. Notarán que si mezclan con inteligencia las cualidades individuales, el compromiso y la proactividad marcarán el rumbo hacia un mejor destino.

Cuarto, usen las fortalezas con intencionalidad. Según Marcus  Buckingham, las personas aplican sus fortalezas solo en un 17%  de su tiempo. Así que, tomen el control total y consciente de la intención de sus acciones. Eviten desperdiciar tiempo en conversaciones inútiles o en señalar errores irrelevantes. No descuiden sus debilidades, pero privilegien la atención de sus virtudes.

Ser mejores en lo que ya somos buenos, depierta la curiosidad y libera el potencial. Cambiar para  crecer más, induce hacia el reto. En pocas palabras, durante una semana, prohibámonos la autoflagelación y, si tenemos éxito, vivir conforme a las fortalezas se convertirá en un potente y rentable hábito personal y organizacional.

Tomado de Germán Retana